jueves, 16 de julio de 2009

Nota - Sociedad

Los jóvenes y el delito


Cuando estamos presos de nuestras propias condiciones…
¿Quién cumple el rol de víctima y quién el de victimario? ¿Hasta dónde llegan los criterios que establecen lo que está de un lado y del otro de lo que convencionalmente, llamamos bien común? ¿Cuál es la mirada sobre el bien común cuando no tenés qué comer, con qué ropa vestirte, cuando sufrís maltratos e indiferencia, no sólo afuera, sino dentro del seno familiar?

A unos meses de terminarse el 2008, se hablaba en la ciudad de Buenos Aires de bajar la edad de imputabilidad para algunos delitos, a modo de reducir con la baja de años, la baja en los índices de delincuencia. Una ecuación de proporción directa.
La realidad o el mero sentido común, parecería decirnos al oído que la problemática del delito juvenil no se resuelve con la implementación de normativas que en lugar de reestructurar todo un sistema y preguntarse qué es lo que está pasando, qué fallas tienen las normas vigentes y las instituciones que le dan cabida; continúan introduciendo aún más el dedo en la llaga.

Si las condiciones para que el sistema se sigan reproduciendo en pos de unos pocos y en detrimento de muchos, son invariables, la pregunta es: ¿Cuál es el cambio? El cambio no existe mirándolo desde esta perspectiva. Ni poniendo una ley, ni sacando otra. La cuestión es mucho más de fondo y sus factores tan numerosos que una posible “solución” debe tener un planteamiento holístico, integral e interdisciplinario.
Que el subsistema de justicia en nuestro país esté desgajado en su representación para la gran mayoría, que en realidad son quienes sufren las consecuencias de su mal arbitrio; está en plena relación con el subsistema político, el subsistema económico, el subsistema educativo, el subsistema cultural; y cada unos de los subsistemas que están involucrados en esta cadena por reproducir las condiciones materiales de existencia del gran Sistema que nos aprisiona.
¿Cuando hablamos de amor, de contención, de enseñanza, de valores…realmente sabemos de qué se trata? ¿O utilizamos esas palabras bonitas para disfrazar un poco más la verdadera cara que queremos ocultar? ¿Un lindo discurso que llega bien?
Los chicos que suelen verse en las cercanías de la Estación de Colectivos de nuestra ciudad, bajo sustancias tan tóxicas como mortales, son una ventana a un mundo que cuesta comprender, pero que existe y que toma a sus propias víctimas como estandarte de visibilidad. No están ahí porque les guste eso, mejor sería estar en casa, abrigados y en una cama calentita. Ser ciegos sería afirmar que lo hacen por elección. Son presos de sus propias condiciones de vida, o mejor dicho, de las que el Sistema tiene preparadas para ellos.

Ahora volviendo al tema del delito juvenil y sus potenciales soluciones, sería bueno empezar a aplicar tanto discurso a la práctica y que empiecen a emergen a escena las cuestiones más simples del ser humano, sus valores y necesidades materiales y espirituales más profundas. Y que el árbol no nos tape el bosque…


























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Artículos / Notas / Entrevistas: Splendiani Ivana
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